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Columna: El legado de Obama y Trump

Por:José Rafael Vilar
Analista Político Inernacional.

A partir del viernes, el Congreso y el Ejecutivo comenzarán a destruir lo que resta del legado de Obama.

El 20 de enero, Donald J. Trump asumirá la presidencia de Estados Unidos y su misión será eliminar el legado Obama y resurgir el legado Reagan, ¿será posible que lo logre? El legado del presidente saliente surge del mito Obama y su “Yes, We Can!”, que en 2008 prometía el renacimiento del país.

Barack Obama prometió acabar con las guerras, el terrorismo y la prisión de Guantánamo; prometió solucionar los problemas de las minorías (irresuelto, a pesar de los avances de la Civil Rights Act of 1964, impulsada por John F. Kennedy y promulgada por su sucesor Lyndon B. Johnson); acercar EEUU a Latinoamérica; solucionar las tensiones en Oriente Medio, globalizar la economía norteamericana y reorientar la economía estadounidense hacia la región Asia-Pacífico.

Prometió resolver el grave problema de los indocumentados y reformar el sistema de salud (la primera potencia mundial estaba lejos del Estado de bienestar que la socialdemocracia, el equivalente de los demócratas, instauró en Europa); y enfrentar la crisis económica que heredó de George Bush, controlando el sistema financiero y sacando al país de la recesión y el desempleo.

A fin de cumplir sus promesas, el presidente Obama retiró los soldados estadounidenses de Irak y Afganistán, pero dejó irresueltos esos conflictos, que fueron agravándose, y los sustituyó por bombardeos aéreos, incluyendo los selectivos con drones. Sus promesas fueron recompensadas con el Nobel de la Paz en 2009, cuando aún no había empezado a cumplirlas. Localizó y autorizó el ajusticiamiento de Osama bin Laden y apoyó la primavera árabe, pero su política, muchas veces pusilánime y errática (incluyendo la interesada con las monarquías medievales del Golfo Pérsico), facilitó las guerras de Libia y Siria y el surgimiento y expansión del Estado Islámico, provocando la mayor crisis humanitaria en 70 años.

Tampoco consiguió cerrar Guantánamo, pero trasladó a terceros países la responsabilidad de muchos presos (entre los liberados hubo algunos que ingresaron a las filas del Estado Islámico). La apertura hacia Asia-Pacífico quedó en un intento comercial, porque la geopolítica lo obligó a priorizar sus esfuerzos hacia Medio Oriente y Europa (convirtiendo a Rusia, debilitada pero en expansión, en su principal contrincante). Intentó solucionar los problemas con Irán y los palestinos, pero obtuvo un acuerdo precario con los iraníes y fracasó con Palestina, además del distanciamiento con Israel.

Abrió relaciones diplomáticas y comerciales con Cuba, quitando a la izquierda latinoamericana una de sus preciadas banderas, y debilitando más a la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba), pero no obtuvo ninguna concesión del Gobierno cubano (por cierto, estos días Obama dejó un campo minado a su sucesor respecto a Cuba, pues los votos cubanoamericanos fueron decisivos en su triunfo en Florida).

En lo interno, benefició a muchísimos dreamers, pero tuvo el récord en deportar inmigrantes indocumentados. Implementó su reforma sanitaria, ampliando la cobertura de salud para la población sin seguro, pero con grandes críticas a sus costos y sostenibilidad. Avanzó en controlar la banca, pero no terminó de hacerlo. Estimuló billonariamente la economía, redujo el desempleo y sacó al país de la crisis; pero le faltó crecimiento, empleo de calidad y sostenibilidad.

Sus némesis fueron primero el Tea Party y luego Trump, ambos el mismo fenómeno. A pesar del aparente éxito de Obama, los electores dieron a sus opositores republicanos el control del Congreso. A partir del viernes, el Congreso y el Ejecutivo de EEUU comenzarán a destruir lo que resta de la obra de Obama. Quise escribir un panegírico sobre su legado. Y encontré que éste, sin ninguna alabanza, era Trump.

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