Columna: Trump, victimario victimado
Por: Rafael Vilar
Analista Político Internacional
La apuesta de los republicanos es frenar la caída legislativa a la que Trump los está arrastrando.
El 1 de febrero, el conservador bautista y senador por Texas Edward Ted Cruz ganó el caucus republicano de Iowa con poco más del 3% de las adhesiones sobre su más cercano competidor, el magnate de bienes raíces Donald John Trump, seguido éste a 1% por el cubanoamericano Marco Rubio, senador por Florida. Ese fue el momento en que las diatribas del histriónico Trump empezaron a tener carta de posición dentro de los aspirantes republicanos para las elecciones presidenciales.
Ello pese a que su candidatura, lanzada en junio de 2015 con la promesa de construir un muro a lo largo de los más de 3.000 km de frontera entre EEUU y México para impedir la entrada de los inmigrantes mexicanos, a los que calificó de “traficantes de droga, criminales y violadores” y prometió deportarlos, parecía solo una bravuconada sin sustento de un millonario excéntrico y muy mediático: un sondeo de la Universidad de Quinnipiac contemporáneo al lanzamiento le daba apenas un 5% de intenciones republicanas y el 51% de rechazo general de los electores.
Las elecciones presidenciales en Estados Unidos han sido atípicas. Primero saltó al asombro la cantidad de precandidatos republicanos: 19, aunque solo siete llegaron a participar en alguna primaria (en el lado demócrata, siete).
Segundo, la virulencia de los ataques (por parte de Trump, por supuesto) y la escasez de ideas sustituidas por esos denuestos.
Tercero, la participación mediática, que hasta las convenciones repetían todos los exabruptos de Trump —según cálculos de The New York Times con mediaQuant y SMG Delta (dos empresas especializadas en medición de medios), dan una cobertura gratuita para Trump de ¡2.400 millones de dólares!—, y luego enfrentándolo.
Cuarto, la desembozada admiración de Trump por un líder extranjero habitualmente enfrentado con EEUU (Putin), algo que por ejemplo el America First Committee no le permitió a su líder Charles Lindbergh con Hitler.
Quinto, el desatino de la Administración Peña Nieto de invitar a México a ambos candidatos (totalmente inusual). Mientras Clinton declinó la invitación, Trump aprovechó la visita para repetir sus posiciones respecto a la inmigración y dejar muy mal posicionado al Presidente mexicano.
Sexto, el afloramiento desmesurado del populismo que remeció las campañas: Bernard Sanders desde la izquierda del partido del asno (demócrata), con consignas socialistas utópicas, y Trump con xenófobas y chauvinistas desde el conservadurismo extremo dentro en el del elefante (republicano, el Grand Old Party).
Séptimo, Trump ha cuestionado los fundamentos del sistema democrático norteamericano, no solo la separación de poderes sino su base conceptual: la independencia y transparencia de sus elecciones.
Octavo y último, porque Trump ha logrado fracturar su partido al combatir los valores que éste representa, logrando la oposición de su dirigencia.
Cuando faltan dos escasas semanas para las elecciones y el triunfo de Hillary Clinton parece asegurado (según un monitoreo hecho el lunes por The Huffington Post, las últimas 340 encuestas elaboradas por 43 encuestadoras distintas le dan a la candidata demócrata el 48,01% de la intención de votos frente a un 40,8% en favor de Trump, lo que le permitiría obtener 334 votos electorales de 538), la gran apuesta de los republicanos ahora es frenar la caída legislativa a la que Trump los está arrastrando, porque podrían perder el control de ambas Cámaras con una presidente demócrata, la peor pesadilla para el bipartidismo norteamericano. El próximo martes 8 se sabrán los resultados. In God I trust!