“¡Con Jesús la alegría está en casa!”, asegura el Papa Francisco
VATICANO.- En el domingo llamado “De Gaudete” (De alegría), la Plaza de San Pedro en el Vaticano se vio colmada de fieles que quisieron participar en el rezo del Ángelus con el Papa Francisco, y que recibieron un particular regalo de su parte: un libro de oraciones, pensado también para los niños.
El pequeños fascículo lleva en su portada una imagen de las Catacumbas de Priscila, en Roma, del siglo III. Unas de las más conocidas y de más valor de la historia. El librito recoge textos de la Biblia, de los libros litúrgicos, del compendio del Catecismo de la Iglesia, del Manual de las Indulgencias y de la tradición.
Muchos de los presentes en la Plaza llevaron también imágenes del niño Jesús del pesebre, para que el Papa los bendijera. Ahí ellos escucharon cómo Francisco aseguró que “el corazón del hombre desea la alegría”.
El Santo Padre, en su discurso previo al rezo mariano explicó por qué a este día se le llama “De la alegría”: “Se llama así porque la misa inicia con una antífona que dice ‘Alegraos siempre en el Señor’, recogiendo la exhortación del apóstol San Pablo”.
“Toda familia, todo pueblo aspira a la felicidad”, dijo para explicar después cuál es la alegría a la que está llamado el cristiano para vivir y testimoniar.
“Es aquella que viene de la cercanía de Dios, de su presencia en nuestra vida”.
El Papa recordó que la llegada de Jesús a la historia, con su nacimiento en Belén, ha hecho que “la humanidad haya recibido el germen del Reino de Dios, como un terreno que recibe la semilla, promesa del futuro recogido”.
Para el Santo Padre “no se trata de una alegría que hay que esperar o pospuesta hasta el Paraíso: que aquí en la tierra estamos tristes, pero en el Paraíso estaremos jubilosos”, sino que “es una alegría real y se puede experimentar ahora”.
“Jesús mismo es nuestra alegría, y Con Jesús la alegría está en casa, como dice vuestra pancarta (señalando a la que llevaba un grupo en la Plaza): ¡Con Jesús la alegría está en casa”, exclamó recibiendo aplausos por ello.
El Papa pidió a los asistentes repetirlo una y otra vez junto a él: “Con Jesús la alegría está en casa”.
“Sin Jesús no hay alegría”, aseguró, porque “Él está vivo, es el Resucitado, y obra en nosotros y entre nosotros, especialmente con la Palabra y los Sacramentos”.
El Papa recordó que los bautizados “estamos llamados a acoger siempre nuevamente la presencia de Dios en medio de nosotros y a ayudar a los otros a descubrirla, o a redescubrirla en el caso de que la hubieran olvidado”.
Esto es “una misión bellísima, similar a aquella de Juan Bautista: orientar la gente a Cristo – ¡no a nosotros mismos! – porque es Él la meta hacia la cual tiende el corazón del hombre cuando busca la alegría y la felicidad”.
El Papa dio algunas claves, tomando la epístola de San Pablo a los Tesalonicenses de la liturgia de hoy, sobre las condiciones para “ser misionero de la alegría”. Se trata de “orar con perseverancia, dar siempre gracias a Dios, secundar su Espíritu, buscar el bien y evitar el mal”.
Cultivar esto ayudará “a descubrir que en Jesús está la salvación” porque “en Él es posible encontrar la paz interior y la fuerza para afrontar cada día las diversas situaciones de la vida, también aquellas más pesadas y difíciles”.
“Nunca se ha escuchado de un santo triste o de una santa con cara de funeral. ¡Jamás se ha escuchado! Sería un contrasentido. El cristianos es una persona que tienen el corazón rebosante de paz porque sabe poner su alegría en el señor también cuando atraviesa los momentos difíciles de la vida. Tener fe no significa no tener momentos difíciles, sino tener la fuerza de afrontarlos sabiendo que no estamos solos. Y ésta es la paz que Dios dona a sus hijos”.
El Papa invitó que ante la proximidad de la Navidad se testimonie “que Jesús no es un personaje del pasado”.
Tras el rezo del Ángelus, saludó a varios grupos presentes, entre ellos al Centro de Oratorios Romanos que organizaron la bendición de los “Niños Jesús”. Entre ellos, muchos niños y jóvenes que llevaban en sus manos uno de ellos.
“Cuando recéis en casa, delante de vuestro pesebre, acordaos también de rezar por mí, como yo también me acuerdo de ustedes. La oración es la respiración del alma: es importante encontrar momentos en el día para abrir el corazón a Dios, también con simples y breves oraciones del pueblo cristiano”.