El Papa rezó con Peres y Abbas y pide que sea el «comienzo de un camino nuevo»
Roma.- Lo que hace apenas unas semanas parecía un imposible ayer se hizo realidad. Más allá del escepticismo después de años de violencia, sangre, negociaciones fallidas y desencuentros, el presidente israelí, Shimon Peres, y su par palestino, Mahmoud Abbas, no sólo se dieron un apretón de manos, sino que plantaron juntos un olivo después de elevar una histórica plegaria conjunta por la paz en Medio Oriente, convocada por el papa Francisco.
La inédita oración por la paz que juntó a los máximos representantes de dos partes implicadas en un conflicto que ya lleva 66 años tuvo lugar bajo la sombra de la inmensa cúpula de San Pedro, en una zona neutral de los idílicos jardines del Vaticano: un triángulo de pasto verde adyacente a la Casina Pío IV y cercana a los Museos Vaticanos.
Ocurrió a tan sólo dos semanas de que Francisco sorprendió al mundo, durante su viaje a Tierra Santa, con una jugada arriesgada: una invitación a Peres y Abbas a una plegaria por la paz que intenta destrabar una situación de estancamiento total, para abrir un clima nuevo, distinto, de esperanza, en Medio Oriente.
Convencido del poder de la oración y consciente de que en los 66 años que dura el conflicto en todos los intentos de pacificación que hubo siempre se dejó de lado la religión, Jorge Bergoglio decidió explorar ese nuevo camino, involucrándose en primera persona.
«Para conseguir la paz se necesita coraje, mucho más que para hacer la guerra. Se necesita coraje para decir sí al encuentro y no al enfrentamiento; sí al diálogo y no a la violencia; sí a la negociación y no a la hostilidad; sí al respeto de los pactos y no a las provocaciones; sí a la sinceridad y no a la doblez. Para todo esto se necesita coraje, una gran fuerza de ánimo», dijo Francisco.
El ex arzobispo de Buenos Aires, famoso por impulsar en su ciudad el diálogo interreligioso, tomó la palabra después de haber escuchado en silencio, junto a sus invitados ilustres y al patriarca ortodoxo de Constantinopla, Bartolomé I, oraciones pronunciadas por judíos, cristianos y musulmanes, representantes de las tres grandes religiones monoteístas que conviven en Tierra Santa.
«Gracias desde el fondo de mi corazón por haber aceptado mi invitación a venir aquí para implorar de Dios, juntos, el don de la paz», arrancó Francisco. «Espero que este encuentro sea el comienzo de un camino nuevo en busca de lo que une, para superar lo que divide», agregó.
El Papa explicó que el inédito encuentro -que soñó con dos amigos argentinos, el rabino Abraham Skorka y el dirigente islámico Omar Abboud, presentes en la celebración, así como en su viaje a Tierra Santa, hace dos semanas- respondía al «deseo ardiente de cuantos anhelan la paz y sueñan con un mundo donde hombres y mujeres puedan vivir como hermanos y no como adversarios o enemigos». Y habló de los hijos de esta tierra, que «están cansados y agotados por los conflictos».
«Nos piden derribar los muros de la enemistad y tomar el camino del diálogo y de la paz, para que triunfen el amor y la amistad.»
En una ceremonia perfecta, estudiada en los más mínimos detalles, en la que hubo música clásica ejecutada por una orquesta formada por judíos, musulmanes y cristianos, en un fiel reflejo de que el Papa pudo lograr semejante imposible gracias a la empatía que logró con sus invitados, hubo abrazos y besos cuando Peres y Abbas fueron recibidos por el anfitrión pasadas las 18, en la residencia de Santa Marta, su casa del Vaticano.
En evidente sintonía, el Papa, Peres, Abbas y Bartolomé I llegaron en una camioneta blanca hasta los jardines donde se hizo la oración, retransmitida en directo tanto en Israel como en los territorios palestinos.
Francisco recordó: «La historia nos enseña que nuestras fuerzas por sí solas no son suficientes. Más de una vez hemos estado cerca de la paz, pero el maligno, por diversos medios, ha conseguido impedirla. Por eso estamos aquí, porque sabemos y creemos que necesitamos la ayuda de Dios», dijo. E imploró: «Señor, ayúdanos tú. Danos tú la paz, enséñanos tú la paz, guíanos tú hacia la paz. Abre nuestros ojos y nuestros corazones, y danos la valentía para decir: «¡Nunca más la guerra!»».
«Y que sean desterradas del corazón de todo hombre estas palabras: división, odio, guerra. Señor, desarma la lengua y las manos, renueva los corazones y las mentes, para que la palabra que nos lleva al encuentro sea siempre «hermano» y el estilo de nuestra vida se convierta en shalom , paz, salam «, clamó al final, pronunciando la palabra «paz» en hebreo y árabe.
Luego Peres, premio Nobel de la Paz junto con el asesinado premier israelí Yitzhak Rabin y el líder palestino Yasser Arafat en 1994 por sus esfuerzos en las negociaciones de paz, hizo otra fuerte invocación a la paz, en hebreo y en inglés. Peres, que tiene 90 años y cuyo mandato expira en breve, pronunció otro discurso emotivo. «Debemos poner fin a estas lágrimas, a la violencia, al conflicto. Todos necesitamos la paz. Paz entre iguales», dijo.
«La paz no se consigue fácilmente. Debemos trabajar con todas nuestras fuerzas para conseguirla. Para conseguirla pronto. Incluso si requiere sacrificios o compromisos», agregó Peres, cuya visión es muy distinta a la del premier israelí, Benjamin Netanyahu.
También Abbas habló de paz, en árabe, haciendo hincapié en la dura situación palestina. «Oh, Señor, en nombre del pueblo palestino que está ansioso de paz, de una vida digna y de libertad, te pido que hagas próspero y prometedor nuestro futuro, en un Estado libre, soberano e independiente», imploró.
Luego de que el Papa provocó un histórico apretón de manos, con beso, entre Peres y Abbas, mientras la música seguía sonando en el jardín, la ceremonia culminó con la imagen de los dos presidentes, junto a Francisco y el patriarca Bartolomé, plantando un olivo de la paz con palas azules, todo un símbolo. Eran las 20 pasadas. Y Francisco había logrado, gracias a su «diplomacia de la oración», un imposible que había entrado en la historia.