La estremecedora historia de la niña que perdió a toda su familia asesinada por Boko Haram
“El líder estaba de acuerdo en que debían matarle y disparó dos veces a mi hermano. Mi padre estaba todavía respirando, pero cuando vio que disparaban a Caleb, murió”.
Este fragmento es solo parte del estremecedor relato de Deborah Peters, una adolescente nigeriana de 15 años que el 22 de diciembre de 2011 se quedó sin familia. Vivía en Chibok, en el estado de Borno, el mismo lugar en el que hace varias semanas más de 200 niñas fueron secuestradas como represalia por la educación occidental que reciben. En ambos casos el culpable es el mismo: el grupo terrorista Boko Haram, fundado en 2002 y que lleva más de una década sembrando el caos y el terror en el país.
Deborah ha empezado una nueva vida en Estados Unidos y no quiere volver nunca a Nigeria, pero ahora, más de dos años después, ha decidido contarle al mundo su historia, la que vivió con 13 años y en la que el grupo terrorista acabó con la única familia que todavía tenía. Cuenta que ha sido el rapto de las niñas lo que la ha impulsado a tomar esta decisión. El mundo entero debe saber cómo es Boko Haram.
Ese infausto 22 de diciembre, tres personas se presentaron en la casa que la joven compartía con su padre, un pastor católico que había ayudado a reconstruir una iglesia destruida por los islamistas, y su hermano Caleb. Su intención era hacer que el hombre renegase de su fe católica, pero él rechazó hacerles caso.
“Le dijeron a mi padre que si no lo hacía iban a matarlo. Él se negó y les dijo que prefería morir antes que ir al fuego del infierno. Después de lo que les dijo, le dispararon tres veces en el pecho”.
Con esta sangre fría Deborah relata el día en el que perdió a su padre, pero el sufrimiento de esta adolescente no había terminado. De hecho Caleb iba a acompañarle pocos minutos después ante la aterrorizada mirada de Deborah.
En uno de los momentos más angustiosos de su vida, los dos hermanos fueron testigos de cómo los tres terroristas decidían si mataban al joven o no. Uno de ellos dijo que deberían hacerlo, otro que solo era un niño y que era demasiado joven para morir, pero el tercero medió. Debían hacer una excepción con él porque Caleb crecería y se convertiría en un pastor cristiano. La solución fue dispararle dos tiros.
“Mi hermano cayó, pero todavía jadeaba. Entonces los hombres le dispararon en la boca y él paró de moverse y murió”.
Ya solo quedaba Deborah, que tuvo que ver cómo los asesinos la situaban entre los dos cuerpos y la aconsejaban que se estuviese callada si no quería morir ella también. Se marcharon y la adolescente se quedó allí sola y traumatizada, hasta que el Ejército la rescató y la llevó al hospital al día siguiente.
Pero aún no estaba segura porque Boko Haram se arrepentía de no haberla matado también a ella, ya que descubrieron que era hija de una mujer musulmana apóstata que se convirtió al cristianismo. Deborah tuvo que huir y gracias a la ayuda de un pastor, asesinado en mayo de 2013 también por Boko Haram, pudo salir de la región y llegar a Estados Unidos con la ayuda de una ONG.
Su terrible historia es solo un ejemplo de la brutalidad de un grupo que ha campado a sus anchas durante años dejando tras de sí un reguero de sangre y destrucción. Desgraciadamente quedan aún muchas batallas que librar antes de conseguir que tragedias como la de Deborah no se vuelvan a repetir.
Por Javier Taeño | Gaceta trotamundos