El Papa Francisco quería llamarse Juan XXIV
Jorge Bergoglio quería llamarse Juan XXIV, en honor al último papa con ese nombre, pero al final se decantó por Francisco porque no quería olvidarse de los pobre. Es lo que ha dicho Loris Capovilla, ex secretario del pontífice Juan XXIII, en una entrevista publicada en L’Eco di Bergamo y recogida por ‘La Stampa’.
Hace exactamente un año, justo antes de que se pronunciara el archiconocido ‘habemus papam’ en la Plaza de San Pedro, el actual pontífice no tenía claro cuál sería el nombre que adoptaría para su nueva tarea como pastor de todos los católicos. Jorge Mario Bergoglio quería ser el sucesor de Juan XXIII, reformista y preocupado por los derechos de los trabajadores.
«Juan y Francisco se parecen mucho» reconoce Capovilla, quien confiesa que después del cónclave, el argentino había confirmado que estaba pensando en el nombre de Juan. Finalmente otro arzobispo de Brasil, Hummes le aconsejó que tuviera presente a los pobres. Fueron estas palabras las que hicieron decantarse finalmente a Bergoglio y lo convirtieron en el primer arzobispo en adoptar el nombre de Francisco.
¿Quién fue Juan XXIII?
Este italiano llegó al papado, para sorpresa de muchos, el 28 de octubre de 1958. Su nombre real era Angelo Giuseppe Roncalli, era natal de la ciudad de Bérgamo y tenía entonces 77 años.
Roncalli introdujo profundos cambios en el Iglesia. Intentó acabar con parte de los lujos de la curia y con su ostentoso modo de vida. También introdujo una serie de derechos laborales para los trabajadores del Vaticano y subió sus salarios equiparando su situación a la del resto de trabajadores italianos.
En materia religiosa, Juan XXIII pasó a la historia por ser el promotor del Concilio Vaticano II. Bajo este ‘cónclave’ en el que participaron además de las autoridades católicas, representantes de todas las comunidades cristianas y de otros dogmas como el islam.
El concilio cristalizó en un acercamiento de la Iglesia y el Evangelio a los fieles. Se modificó la forma de realizar la liturgia, de cara a los presentes en las iglesias y en otros idiomas que no fueran el latín. Juan XXIII también enfatizó en la necesidad de que todas las iglesias cristianas se unieran.
La decisión de Juan XXIII de reducir los lujos del alto clero coincide con el discurso de austeridad y humildad que predica Francisco I. El actual pontífice también tiene la intención de emprender profundos cambios en la relación entre la Iglesia y los fieles y en la actitud del clero ante ciertos asuntos como los casos de pedofilia.
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