Cardenal Rodríguez destaca celebración del Día de la Madres en su homilía de este domingo
Tegucigalpa.- El Cardenal hondureño, Oscar Andrés Rodríguez destacó hoy la celebración del Día de las Madres en la homilía de este domingo, describiendo a la madre como un ejemplo de entrega y amor.
“Hoy celebramos en Honduras el día consagrado a las madres, ellas también son un ejemplo de amor y entrega, de oración, de anhelos de paz y justicia, dijo el cardenal Rodríguez al iniciar su lección.
“Ellas son como las ovejas que escuchan la voz, pero también la transmiten a su descendencia. Vaya para ellas nuestro saludo y oración y el eterno agradecimiento por su bondad y ejemplo”, apuntó.
Asimismo, el representante católico sostuvo que La Eucaristía es el momento privilegiado en que nosotros escuchamos la voz del Buen Pastor, que nos conoce y nos llama por nuestro nombre, pues nos ama no sólo como a su rebaño, sino de manera especial a cada uno en particular, ya que nos alimenta con su Cuerpo y su Sangre.
“Este es el domingo del Buen Pastor, pero también es el domingo de las ovejas, que escuchan su voz y le siguen, no sólo por el acto de creer en él, sino sobre todo por imitarle. Pues, como nos ha dicho San Pedro: “Cristo nos dejó un ejemplo para que sigamos sus huellas”, comentó.
A este Cuarto Domingo de Pascua, se le conoce como el Domingo del Buen Pastor, pues en cualquiera de los ciclos, escucharemos en el Evangelio fragmentos del Capítulo 10 de San Juan.
En la Primera Lectura de este domingo,escuchamos cómo, después de la predicación del Apóstol San Pedro, el primer Papa, la muchedumbre le pregunta: “¿Qué debemos hacer?”. La respuesta no se puede reducir a una lista detallada de prohibiciones y permisos. Es la misma vida que se debe plantear de otra manera, revisando el modo de ver, juzgar, valorar y actuar.
San Pedro no pide simplemente hacer ciertas cosas y evitar otras. Exige que se realice una elección distinta a la anterior, que se decida a caminar en distinta dirección: “Conviértanse y bautícense todos en el nombre de Jesucristo para que se le perdonen los pecados, y recibirán el Espíritu Santo”.
No podemos caer en el error de pensar que el llamado de San Pedro lo hemos cumplido del todo. Es cierto que ya hemos sido bautizados, que hemos recibido el Espíritu Santo y que hemos sido perdonados quién sabe cuántas veces…pero quizás nos hace falta dar el paso más importante: convertirnos. Hemos recibido todo, nos hace falta solamente…la conversión.
De nuevo aparece el Apóstol Pedro en la Segunda Lectura y nos dice: “Si haciendo el bien soportan el sufrimiento, hacen una cosa hermosa ante Dios”.
De manera que el creyente resulta agradable a Dios no sólo haciendo el bien, sino aceptando con serenidad que a veces el bien que hacemos recibe como única paga la ingratitud y la incomprensión.
San Pedro propone como modelo de paciencia y mansedumbre en las pruebas, a Cristo mismo: “Cuando lo insultaban, no devolvía el insulto: en su pasión no profería amenazas”.
El estilo de Cristo tiene que ser adoptado por la comunidad de creyentes en todos los niveles. No podemos expresar frases como “ya no podemos tolerar que…” o “estamos profundamente molestos…” o “me obligan a responder de la misma manera…”. No son estas las frases que salen de los labios de Cristo en la cruz.
Levantar la voz, mostrar enojo, temer, amenazar a otros, significa colocarse fuera del misterio pascual. “Por sus llagas hemos sido curados”, nos dice San Pedro. Pues a imitación del Señor, nosotros podemos curar a alguien solamente a través de nuestras heridas, no provocándolas en los demás.
La conclusión de la Carta de San Pedro nos introduce en el tema central de este domingo: “Andaban descarriados como ovejas, pero ahora han vuelto al Pastor y Guardián de sus vidas”.
La imagen de este domingo, del buen Pastor, es preciosa y llena de resonancias bíblicas; pero junto a ella hay otra imagen que solemos pasar desapercibida: “Yo soy la Puerta”, nos dice también el Señor.
Puerta significa acceso, entrada, acogida. Pero toda puerta tiene un doble movimiento, abrirse y cerrarse. En el caso de la comparación utilizada por Jesús, es una puerta de exclusión para los salteadores y ladrones. Y puerta de acceso para los verdaderos pastores.
Es una puerta cerrada para quien busca la propia gloria y su propio interés. Y abierta para quien únicamente pretenda darse para que a las ovejas, o sea, a las personas, se les asegure la vida en abundancia.
Y la relación que las ovejas establecen con el Pastor no es de tipo jurídico, ni ritual, ni doctrinal, ni de sometimiento. Es una relación vital de amor y comprensión.
No basta que el Pastor se sienta orgulloso de su investidura legal. El Pastor lo es, y cumple su misión, cuando pasa a través de la puerta que es Cristo, es decir, cuando adopta su estilo, sus comportamientos y sus mismos sentimientos. Sólo así será también “reconocido” por las ovejas.
El Evangelio de hoy tiene que servirnos para un sincero examen de conciencia a todos los que el Señor nos ha encomendado la sagrada misión de cuidar de los demás: no sólo obispos y sacerdotes, sino también a los padres de familia a los cuales Dios les ha dado una o más ovejitas.
En primer lugar, el redil o el hogar no son un lugar de encierro o dormitorio de las ovejas. Es el lugar de encuentro, de comunión, de convivencia armónica, de crecimiento.
Quien se ocupe de las ovejas debe pasar obligatoria y necesariamente por la puerta que es Cristo y, en esa Puerta, tenemos que despojarnos de todo orgullo, pretensión, vanidad, ambición de dominio y poder. El Pastor sólo va armado de su corazón y su voz. Y el que no adopta el mismo estilo de Cristo es un “ladrón y bandido”, aunque hable en nombre del Señor.
El segundo lugar, es necesario conocer a las ovejas y dejarse conocer por ellas. No se puede amar lo que no se conoce. Conocer a los demás, respetar a los demás, preocuparnos por los demás, es condición esencial para ser un Buen Pastor.
No se trata de dar cosas, se trata de darse a uno mismo. El activismo es peligros, porque puede hacernos pensar que estamos cumpliendo con nuestra misión si vivimos agitados de un lado a otro haciendo muchas cosas, pero tal vez estamos olvidando a las personas. Estar siempre corriendo no significa necesariamente estar guiando el rebaño. No tener nunca tiempo no significa necesariamente que nos estamos desgastando por los demás.
Y por último, el Buen Pastor “va delante de las ovejas”, no buscando puestos ni honores como ventajismo. Camina precediendo a las ovejas dando la cara por ellas si asecha el peligro. Camina delante de ellas dándoles el buen ejemplo de fe y oración, de entrega y servicio, de lucha por la paz y la justicia.