El Papa Francisco alienta a no descuidar la oración, que nos “abre el cielo”
En su mensaje previo al rezo del Ángelus en la Fiesta del Bautismo del Señor, ante los fieles congregados en la Plaza de San Pedro en el Vaticano, el Papa Francisco alentó a que “no descuidemos la oración”, pues nos “abre el cielo”.
El Santo Padre señaló que “el Evangelio de la liturgia de hoy nos muestra la escena con la que comienza la vida pública de Jesús: Él, que es el Hijo de Dios y el Mesías, va a la orilla del río Jordán y es bautizado por Juan el Bautista”.
Después de 30 años de vida oculta, indicó el Papa, “Jesús no se presenta con algún milagro o tomando la silla para enseñar. Se alinea con las personas que iban a recibir el Bautismo de Juan”.
“El himno litúrgico de hoy dice que la gente fue humildemente a ser bautizada con el alma desnuda y los pies descalzos”, señaló, y destacó que es una “actitud hermosa”.
El Papa Francisco resaltó que Jesús “no se eleva por encima de nosotros, sino que desciende hacia nosotros, con el alma desnuda, con los pies descalzos, como la gente. No va solo, ni con un grupo de elegidos privilegiados, no, va con el pueblo. Pertenece a ese pueblo y va con el pueblo a ser bautizado, con ese pueblo humilde”.
Luego, el Santo Padre pidió detenerse “en un punto importante: en el momento en que Jesús recibe el Bautismo, el texto dice que ‘estaba en oración’”.
“Nos hace bien contemplar esto: Jesús reza. ¿Pero cómo? ¿Él, que es el Señor, el Hijo de Dios, ora como nosotros? Sí, Jesús – repiten muchas veces los Evangelios – pasa mucho tiempo en oración: al comienzo de cada día, muchas veces por la noche, antes de tomar decisiones importantes”.
“Su oración es un diálogo, una relación con el Padre. Así, en el Evangelio de hoy podemos ver los ‘dos movimientos’ de la vida de Jesús: por un lado desciende hacia nosotros, a las aguas del Jordán; por otro lado, eleva la mirada y el corazón mientras reza al Padre”, destacó.
Para el Papa, esta “es una gran lección para nosotros: todos estamos inmersos en los problemas de la vida y en muchas situaciones intrincadas, llamados a enfrentar momentos difíciles y elecciones que nos derriban”.
“Pero, si no queremos ser aplastados, tenemos que levantar todo. Y esto es precisamente lo que hace la oración”.
La oración, continuó, “no es un escape, la oración no es un rito mágico ni una repetición de cánticos aprendidos de memoria. No. Orar es la manera de dejar que Dios actúe en nosotros, de captar lo que quiere comunicarnos incluso en las situaciones más difíciles”.
“La oración nos ayuda porque nos une a Dios, nos abre al encuentro con Él. Sí, la oración es la llave que abre nuestro corazón al Señor. Es dialogar con Dios, es escuchar su Palabra, es adorar: estar en silencio confiándole lo que vivimos”, expresó.
“Y a veces también es clamar a Él como Job, desahogarse con Él. Gritar como Job. Es Padre, nos comprende bien. Nunca se enoja con nosotros. Y Jesús reza”, añadió.
El Papa Francisco indicó que “la oración – para usar una hermosa imagen del Evangelio de hoy – ‘abre el cielo’. La oración abre el cielo: da oxígeno a la vida, da aliento incluso en medio de los problemas y hace que las cosas se vean más ampliamente”.
“Sobre todo, nos permite tener la misma experiencia que Jesús en el Jordán: nos hace sentir hijos amados por el Padre”, dijo.
El ser hijos de Dios, indicó, “comenzó el día del Bautismo, que nos sumergió en Cristo y, como miembros del pueblo de Dios, nos convirtió en hijos amados del Padre”.
El Santo Padre alentó también a “recordar la fecha de nuestro Bautismo, porque es nuestro renacimiento, el momento en el que nos convertimos en hijos de Dios con Jesús”.
Al finalizar su mensaje, el Papa Francisco animó a los fieles a preguntarse: “¿cómo va mi oración? ¿Rezo por costumbre, rezo de mala gana, solo recitando fórmulas, o mi oración es un encuentro con Dios? ¿Soy un pecador, siempre entre el pueblo de Dios, nunca aislado? ¿Cultivo la intimidad con Dios, dialogo con Él, escucho su palabra?”.
“Entre las muchas cosas que hacemos durante el día, no descuidemos la oración: dediquemos tiempo a ella, usemos invocaciones breves para repetirlas con frecuencia, leamos el Evangelio todos los días. La oración que abre el cielo”, exhortó.